Lo mejor la ubicación, a cinco minutos andando de la puerta de Brandemburgo y el Reishtag. Cerca de metro y bus, zona tranquila, con abundantes bares y restaurantes, y cerca de un supermercado.
Es un edificio de la antigua República Democrática, un poco reformado pero con el sabor original, sencillo pero funcional, las habitaciones amplias, el baño pequeño pero bien, la cocina lo mismo, la wi-fi regular, el mobiliario sencillo, las cortinas de las habitaciones regular, no hay persianas y entra mucha luz por la mañana.
Para los amantes de la historia el emplazamiento es espectacular, justo encima de donde estaba la Cancillería de Hitler, por la ventana se puede ver el sitio donde estaba el bunker, y el actual monumento al Holocausto.
Justo por detrás del edificio pasaba el muro de Berlín.
La recepción muy bien.