Al llegar no había plazas en el garaje, y cuando pudimos ocupar una, el garaje era tan estrecho que tuvimos que hacer un montón de maniobras. Sólo había un ascensor para todo el hotel, y además pequeño. El coedor del desayuno era diminuto, y tuvimos que hacer cola para conseguir un sitio, incluso un día tuvimos que compartir mesa con otra pareja, porque estuvimos 30 min esperando. Los adornos de metal del cabecero de la cama resuenan al paso de los camiones y casi nos matan del susto la primera vez que lo oímos, a las 5 de la madrugada. No volveremos.